El diablo está en los detalles
En la Clasificación Mundial de la Competitividad (WCR) del IMD de 2022, Japón ocupó el puesto 34 de 63 economías. En 2006 ocupaba el puesto 16, el más alto desde que entró en nuestra clasificación en 1997.
Las infraestructuras japonesas son buenas (ocupa el puesto 22 en este pilar). Pero su sector público es ineficaz y su sector privado está paralizado, lo que repercute en los resultados económicos (39º en 2022 y 11º en 2020) y la eficiencia empresarial (51º en 2022 y en caída libre desde 2014; véase el gráfico para más detalles).
Japón nunca ha fomentado la productividad de las pequeñas y medianas empresas y, como resultado, tiene una débil fuerza muscular en innovación y destreza digital.
En un entorno empresarial bastante rígido, la creciente diferencia de productividad entre las grandes empresas y las pymes ha lastrado la productividad y los resultados.
En el CMI aconsejamos a las economías que aprovechen sus puntos fuertes. Japón lleva mucho tiempo a la cabeza de los avances tecnológicos, pero ha perdido de vista sus puntos fuertes. En la industria automovilística, Toyota y Mitsubishi luchan por seguir siendo relevantes frente a la competencia de los chinos. También ha perdido su dominio en semiconductores y electrónica de consumo.
Una sociedad desigual y jerarquizada
La competitividad es sinónimo de calidad de vida, y el nivel de vida de Japón no ha dejado de erosionarse. La pandemia puso al descubierto desigualdades sistémicas del pasado. Aunque todos los países desarrollados experimentan un declive demográfico, la situación es insostenible en Japón. El año pasado murieron casi el doble de personas de las que nacieron y muchas de las que no tienen hijos se verían abocadas a la pobreza si fundaran una familia.
Con una población desproporcionadamente envejecida, se invierte mucho dinero en pensiones, y la mejora de las cualificaciones no es algo que se tenga en cuenta. Las personas de 55 años que llevan toda su vida laboral en la misma empresa no están interesadas en seguir formándose o no se les ofrece la oportunidad. El Gobierno intenta invertir en la reconversión, pero tiene una deuda enorme.
Japón ha llegado tarde al juego de atraer talento extranjero con la introducción de nuevas vías de visado. Un próximo paso importante es eliminar el trato diferenciado entre hombres y mujeres y nivelar las oportunidades para los trabajadores no fijos.