Una segunda excusa es la corrupción. La corrupción es lamentable, pero es perfectamente posible dirigir una empresa muy rentable manteniéndose al margen de ella. Y nótese que, en el Índice Global de Corrupción de Transparencia Internacional, 14 países africanos están mejor clasificados que India, por ejemplo.
Un tercer motivo de reticencia es la pobreza. Oigo decir: “Los pobres no pueden permitirse nuestros productos”. Esta excusa no se sostiene, especialmente en lo que respecta a los productos de consumo. El verdadero reto consiste en adaptar el modelo de negocio tras conocer a fondo la realidad empresarial local.
El papel crucial de la distribución: conseguir la logística, los costes y los plazos adecuados
En el caso de las mercancías, la clave del éxito es la distribución: sin una logística eficaz, el riesgo de fracasar es elevado, aun teniendo productos de calidad. Un claro ejemplo de éxito es Coca-Cola, disponible en prácticamente cualquier país, incluso en tiempos de guerra. Muchas empresas de bienes de consumo han intentado replicar su modelo de distribución, con un éxito limitado.
Un ejemplo ilustrará el reto. En Europa, los bienes de consumo se venden principalmente en tiendas de proximidad y cadenas de supermercados. En este modelo, los contratos a largo plazo con distribuidores clave y las entregas en camiones con cargas optimizadas constituyen una forma cómoda y rentable de operar. En África, el comercio general representa el 70% del mercado, lo que incluye una mezcla fragmentada de pequeños quioscos y puestos de venta. Solo en Kenia, con una población de 55 millones de habitantes, se calcula que hay unas 200.000 entidades de comercio general.
En este entorno, entregar a buen precio puede convertirse en una auténtica pesadilla logística con problemas de infraestructura. Si se pierde una entrega, el producto puede ser sustituido, casi al instante, por otro de la competencia o, incluso, por una falsificación. Los pequeños minoristas -en general, poco preocupados por la fidelidad- tienen fama de ser meros maximizadores de beneficios. Como agravante, nos encontramos con que el efectivo escasea y los bienes de consumo tienen diferentes ciclos en un mismo día. De modo que, si una entrega se retrasa en digamos 30 minutos, es posible que el minorista ya no disponga de efectivo, lo que plantea al distribuidor el dilema de entregar la mercancía y cobrarla posteriormente, o rechazar directamente el intercambio. Puede parecer caótico, pero es previsible si se tiene conocimiento del mercado local.