Antes de nada, hazte estas preguntas:
- ¿Tiendes a reprimir lo que sientes ante temas delicados —rendimiento de un compañero, conflictos de equipo, decisiones difíciles?
- ¿Ocultas con frecuencia tus pensamientos o intuiciones más reales por miedo a incomodar?
- ¿Evitas abrirte por temor a que los demás no compartan tu visión?
- ¿Notas que, aunque invites a la sinceridad, otros siguen sin decirte lo que piensan realmente?
Si respondes que sí a más de una, es probable que tu prudencia esté frenando la confianza a tu alrededor. Estas cuatro prácticas pueden cambiarlo:
1 – Revela con intención, no por desahogo.
Mostrar vulnerabilidad no es contar todo. Es mostrar lo justo para que el otro sepa que estás presente como persona, no como rol. Cuando compartimos algo genuino —una duda, una perspectiva emocional, un pensamiento real— invitamos a la otra parte a hacer lo mismo. La confianza no empieza cuando hablas, sino cuando invitas a que el otro hable.
2 – Feedback sincero, no edulcorado.
Suavizar para no incomodar parece diplomático, pero a largo plazo resulta tóxico. La relación no se rompe por la verdad, sino por la duda. El feedback sincero —en tiempo real, con respeto— genera más seguridad que cualquier silencio educado.
3 – Desafía para avanzar, no para ganar.
No se trata de provocar, sino de elevar la conversación con preguntas que muevan el pensamiento. Si la tensión sube, una simple frase como «empecemos de nuevo» reinicia la emoción sin debilitar la intención. La incomodidad bien gestionada es el terreno donde nace la confianza madura.
4 – Saber contenerse también es liderazgo.
Ser vulnerable no significa exponerse siempre. Un líder también debe saber mantener la calma, contener su propia ansiedad y sostener la del equipo. Contener no es cerrar; es proteger el espacio para que otros puedan pensar con claridad.
La confianza no depende de cuánto compartes, sino de cómo y cuándo lo haces. Mostrar humanidad sin perder claridad. Abrir la puerta sin entregar el control. Ese es el equilibrio que distingue a un líder de alguien que solo ocupa una posición.