Cuatro vías para convertir la transición energética en ventaja estratégica
Para las empresas y los inversores, la transición energética no debe entenderse solo como una cuestión de cumplimiento normativo o de adquisiciones, sino como una fuente de ventaja competitiva a largo plazo. Aprovecharla requiere comprender la magnitud de la transformación en curso y alinear las estrategias corporativas con la realidad de transiciones diversas, tecnologías en rápida evolución y una dinámica de mercado cada vez más compleja. A continuación, se destacan cuatro acciones clave que los líderes empresariales pueden emprender:
1. Replantearse los mercados en crecimiento
Las economías emergentes están liderando la innovación energética, impulsando reformas políticas pioneras y definiendo nuevas estrategias industriales. Mercados como China, India, Brasil y diversas economías del sudeste asiático encabezan el despliegue de energías limpias, la modernización de redes digitales y el desarrollo de soluciones sectoriales como el hidrógeno verde o los biocombustibles avanzados.
Estos países no solo están construyendo las trayectorias tecnológicas del futuro, sino que también ejercerán una influencia creciente sobre las normas internacionales, las cadenas de suministro y los flujos de capital. Para las empresas, esto abre la oportunidad de actualizar sus modelos de riesgo y de generación de valor: los mercados en crecimiento no son únicamente fuentes de demanda, sino espacios donde se está forjando una parte esencial del futuro energético y económico.
2. Cerrar la brecha de capital
El déficit anual de inversión en energía limpia asciende a 2,2 billones de dólares y representa el mayor obstáculo para una transición energética viable en los mercados emergentes. Más que una necesidad de financiación se trata de una oportunidad de negocio sin precedentes.
Solo el sudeste asiático podría generar 300.000 millones de dólares en ingresos verdes en los próximos cinco años y crear hasta 5,8 millones de empleos para 2050. El Índice de Transición Energética 2025 también señala regiones con dinámicas prometedoras, como Mozambique, que empieza a posicionarse como nuevo actor energético gracias a la combinación de reformas regulatorias, desarrollo de infraestructuras y una asignación de capital estratégica. China, por su parte, se mantiene a la cabeza de la innovación y la inversión, con más de 818.000 millones de dólares aportados a la inversión global en 2024, además de liderar en nuevas capacidades renovables y proyectos nucleares.
Para cerrar la brecha de capital, las empresas y los inversores deben incorporar de manera sistemática herramientas como la reducción de riesgos, la financiación combinada, los bonos verdes soberanos o las plataformas público-privadas. Quienes entren temprano en este terreno estarán en posición de moldear los mercados, asegurar ventajas estratégicas y abrir nuevas fuentes de valor.
3. Desarrollar la capacidad y el liderazgo locales
La transición energética no solo depende de la tecnología, sino también de las personas, las instituciones y las soluciones adaptadas al contexto local. Para avanzar, es necesario priorizar la inversión en el desarrollo de la mano de obra y en alianzas institucionales sólidas. Las colaboraciones entre empresas y universidades, organismos públicos o gobiernos locales son esenciales para probar nuevos modelos, impulsar la I+D y generar confianza en las comunidades. De forma paralela, cada vez más compañías trabajan con las administraciones para agilizar los procesos de permisos, estandarizar la adquisición de energía limpia y reducir el riesgo de las inversiones en bajas emisiones de carbono. Estas asociaciones garantizan que las soluciones sean escalables, socialmente aceptadas y pertinentes a nivel local.
El desarrollo de competencias es igualmente crucial para cerrar la brecha de talento en el sector energético.. El informe del Índice de Transición Energética revela que los países con mejores resultados, como Finlandia, Alemania y China, están ampliando la formación profesional y la educación técnica en consonancia con las industrias de tecnologías limpias. La India cuenta con un programa que está preparando a una nueva generación de técnicos de redes eléctricas y emprendedores energéticos, creando capacidad y acceso inclusivo a puestos de trabajo en el sector de la energía limpia. La lección es clara: el capital humano es también capital de transición..
4. Gestionar el riesgo con flexibilidad
Los mercados emergentes son heterogéneos y presentan desafíos significativos, desde la obtención de permisos hasta los cambios de política. Sin embargo, también concentran el mayor potencial de crecimiento. Las empresas que aborden estos entornos con agilidad y visión a largo plazo podrán convertir la complejidad en una ventaja competitiva.
La experiencia de distintas regiones muestra que el éxito depende de estrategias adaptativas ancladas en la realidad local. Esto implica reconocer oportunidades subnacionales, aprovechar fortalezas industriales específicas y fomentar la colaboración entre el sector público y privado.
India ofrece un ejemplo ilustrativo: ha alineado su transición energética con las capacidades regionales, priorizando la formación profesional y programas de desarrollo laboral en sectores clave. Iniciativas como el Programa de Desarrollo de Competencias Suryamitra, implementado en los estados con mayor potencial solar, ayudan a crear canteras de talento local que se alinean con los clústeres de fabricación y despliegue de energía solar.
Del mismo modo, los Emiratos Árabes Unidos han adoptado un enfoque de participación a varios niveles, trabajando a nivel federal y emiratí para alinear los objetivos de energía limpia a largo plazo con el desarrollo regional. Iniciativas como Masdar City y la Estrategia de Energía Limpia de Dubái 2050 reflejan cómo la planificación local específica y la colaboración público-privada son fundamentales para las ambiciones energéticas del país. El reto no consiste en evitar el riesgo, sino en gestionarlo de forma consciente, reconociendo que las tolerancias y las oportunidades varían según el contexto y los actores implicados.
Desbloqueando la siguiente fase de la competitividad global
El Índice de Transición Energética 2025 confirma lo que muchas empresas con visión de futuro ya perciben: el impulso de la transición energética está cambiando, tanto en lo geográfico como en lo estratégico. Países como China, India, Brasil o Letonia están estableciendo marcos de innovación, equidad e infraestructura que marcarán la competitividad mundial en los próximos años.
Las economías emergentes no se limitan a replicar modelos ajenos; están creando sus propios enfoques, aprendiendo de los aciertos y fracasos de otros y demostrando que no existe una única transición energética, sino múltiples trayectorias, cada una determinada por fortalezas nacionales, prioridades industriales y contextos específicos. Estos modelos locales se convierten en fuentes de conocimiento estratégico y en guías prácticas sobre cómo avanzar en escenarios diversos
Las empresas e inversores mejor preparados para el futuro serán aquellos que alineen capital, talento y tecnología con estos sistemas en transformación. Construir este futuro exige humildad, colaboración y disposición para aprender de la diversidad de experiencias globales.
Las transiciones más exitosas, ya sea en economías emergentes o avanzadas, comparten ciertas características: objetivos nacionales claros, marcos políticos estables y favorables, una profunda colaboración entre el sector público y el privado, y una financiación innovadora que reduce el riesgo de la inversión y acelera la ejecución. Estos factores se convierten en activos competitivos que permiten atraer capital, retener talento y consolidar cadenas de valor industriales a largo plazo.
Para las empresas globales, esto representa una oportunidad estratégica sin precedentes. Si antes operar en múltiples geografías era una cuestión de escala, ahora lo es de sinergias: conectar distintos sistemas energéticos, impulsar la inversión transfronteriza y contribuir a configurar la nueva economía energética desde sus cimientos.
El futuro de la energía será descentralizado, digitalizado y profundamente estratégico. Estamos ante una transformación radical de los sistemas económicos e industriales. En este entorno dinámico, la resiliencia no vendrá de mantener estructuras heredadas, sino de la capacidad de navegar transiciones complejas con agilidad y de tener la visión necesaria para liderarlas. Esta transformación ya no es opcional: constituye la base del crecimiento futuro, del liderazgo industrial y de la relevancia nacional.