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Coaching Corner

Del miedo a la confianza: cómo transformar a tu impostor en un aliado-

Published November 11, 2025 in Coaching Corner • 9 min read • Audio availableAudio available

Casi todos convivimos con una voz interior que nos susurra que no somos lo bastante buenos. Pero ese monstruo impostor no tiene por qué ser nuestro enemigo. Comprenderlo —e incluso aprender de él— puede ser una fuente inesperada de fortaleza.

¿Alguna vez has estado en una reunión y has sentido que no encajabas? Miras a tu alrededor y te parece que todos saben más, hablan con más seguridad o parecen más legítimos que tú. O tal vez, aun después de un proyecto exitoso, atribuyes el resultado a la suerte antes que a tu propio talento.

Si te reconoces en esas sensaciones, probablemente hayas lidiado con el llamado síndrome del impostor: esa mezcla de inseguridad, autocrítica y duda sobre la propia valía.

El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas estadounidenses Suzanne Imes y Pauline Clance, quienes lo describieron como una forma de “falsedad intelectual”. Observaron que afectaba con especial frecuencia a mujeres de alto rendimiento. Aunque no es un diagnóstico clínico, el concepto se ha consolidado en el lenguaje cotidiano. Según el informe Mind The Gap de KPMG (2022), el 75 % de las ejecutivas de empresas Fortune 1000 reconocen haberlo experimentado. Otros estudios, como el de Jaruwan Sakulku y James Alexander publicado en el International Journal of Behavioral Science (2011), estiman que hasta el 70 % de los ejecutivos sentirán el fenómeno del impostor en algún momento de su carrera.

El síndrome del impostor puede volverse aún más común en un entorno donde los códigos del liderazgo están cambiando: del poder al empoderamiento, del coeficiente intelectual al emocional, de la autoridad a la empatía. Hoy se espera que los líderes se cuestionen a sí mismos y revisen sus decisiones, lo que amplifica la autocrítica.

Pero ¿es este fenómeno necesariamente negativo? ¿O podría esconder un potencial constructivo si aprendemos a escucharlo?

Las investigaciones muestran que el síndrome del impostor suele generar incomodidad y sensación de ineficacia. Puede manifestarse como miedo, perfeccionismo, pensamiento excesivo o incluso procrastinación: una forma de esconderse ante el temor de no estar a la altura. Estos patrones mentales alimentan el autosabotaje, reforzando al “monstruo” que nos susurra dudas y frena nuestro avance.

La buena noticia es que podemos transformar esa voz interna en una aliada. El coaching ofrece un camino eficaz para hacerlo.

“El primer paso importante es comprender que sentir dudas sobre uno mismo es normal. Incluso puede ser saludable detenerse de vez en cuando y evaluar las propias capacidades y el propio desempeño.”

Un diálogo sanador con tu ‘’monstruo impostor’’

El primer paso es aceptar que dudar de uno mismo no es una debilidad. En dosis moderadas, puede ser incluso saludable: nos obliga a detenernos, a cuestionar nuestras certezas y a evaluar nuestras capacidades con realismo.

Por eso, antes de intentar silenciar a tus monstruos internos, obsérvalos. Replantea el “síndrome del impostor” como sentimientos de impostura, algo que puedes reconocer y gestionar con conciencia. Si esa tensión persiste, el acompañamiento de un coach puede ayudarte a hacerlo de forma estructurada.

1. Localiza a tu monstruo.

Empieza por reconocer y aceptar esa voz interior. Pregúntate: ¿dónde la percibo? ¿Dentro de mí, conectada a mi cuerpo o en el entorno que me rodea? Identificarla es el primer paso para observarla con distancia.

2. Visualízalo.

Dibuja a tu monstruo. No importa la calidad del trazo: lo esencial es trasladar lo que sientes del plano inconsciente al consciente. Al hacerlo, activas las funciones cognitivas de orden superior —pasas del sistema límbico al córtex prefrontal—, lo que te permite gestionar mejor la emoción. Ponle un nombre: al hacerlo, reduces su poder.

3. Inicia una conversación.

Hazle preguntas a tu monstruo interior:

¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Formas parte de mi pasado o de mi presente? ¿Qué intentas proteger o advertirme?

Escucha con atención. No se trata de juzgar, sino de comprender el mensaje que transmite.

4. Redefine la relación.

A menudo, detrás del miedo hay una intención protectora. Descubre qué ha intentado hacer tu monstruo por ti y por qué. Desde esa comprensión, puedes reconfigurar la relación: establecer un nuevo contrato interno que defina qué esperas de él y qué puede esperar de ti.

5. Observa el cambio.

Una vez restablecido el equilibrio, pregúntate: ¿ha cambiado mi monstruo? ¿Sigue teniendo el mismo aspecto o se ha transformado en algo más manejable, incluso familiar?

6. Ancla la nueva energía.

Para consolidar esa sensación de control, utiliza el cuerpo. Adopta una postura firme y abierta: una postura de poder. Es un gesto simple, pero eficaz para integrar físicamente la confianza que has recuperado.

Dialogar con tu “monstruo impostor” no significa eliminarlo, sino domesticarlo: comprenderlo hasta que deje de ser una voz que paraliza y se convierta en un recordatorio de tu propia humanidad.

Cómo afrontar el síndrome del impostor

  1. Reconoce tus logros

Reserva tiempo con frecuencia para mirar atrás y reconocer lo que has conseguido.

  1. Comprueba la realidad

Realiza rigurosas comprobaciones de la realidad. Busca pruebas claras para distinguir lo que es verdadero y positivo de lo que no lo es y es negativo.

  1. Evita las comparaciones

Evita hacer comparaciones en tu forma de pensar. Acepta que eres lo suficientemente bueno tal y como eres ahora mismo y abraza ese sentimiento. Así es como se convierte el juicio en curiosidad y te ofreces a ti mismo la libertad de intentar y fracasar, dejando espacio para explorar nuevas ideas y posibilidades.

  1. Cultiva tu singularidad

Cultiva tu singularidad. Profundiza en tus experiencias individuales, en tu historia personal, y extrae aquello que te hace diferente de los demás.  

  1. Conecta con los demás

Busca la opinión de amigos, familiares o compañeros de confianza y habla con franqueza sobre tu sentimiento de impostura. Es muy probable que entonces te des cuenta de que los demás también lo tienen.  

  1. Reestructura tus pensamientos

Desafía y replantea tus pensamientos. Da prioridad al reconocimiento de tus logros y ten en cuenta que tus dudas e incertidumbres pueden servirte de combustible para crecer. Así podrás desarrollar una narrativa más positiva y una profecía autocumplida en torno al éxito.

Entonces, ¿cómo funciona en la práctica?

El caso de Mikey

Mikey se siente estancado. Desde hace meses, su trabajo ya no le motiva. Se lleva bien con su jefe y sus compañeros, pero la rutina lo aburre y empieza a dudar de su futuro. Tras casi una década en el mismo puesto, quiere nuevos retos, aunque no se atreve a dar el salto. Su empresa lo considera un profesional de alto potencial, pero él no logra superar la inercia ni la tendencia a posponer decisiones.

Un día, navegando por una web de empleo, encuentra el puesto de sus sueños: más responsabilidad, un entorno estimulante y la posibilidad de tener un impacto real. Encaja perfectamente con sus competencias y experiencia. Pero, en lugar de enviar su candidatura, duda. Entra en el mismo bucle de siempre: pensar, aplazar, justificarse. Exhausto, decide buscar ayuda y acude a un coach ejecutivo.

El proceso comienza con una pregunta simple:

—¿Qué te impide dar el paso?

Mikey responde con una cadena de “sí, pero…” que revela un conflicto interno. El coach le propone entonces un ejercicio de visualización profunda para enfrentarse a su saboteador interior —su “monstruo impostor”—. Mikey acepta.

Tras varias respiraciones pausadas, cierra los ojos. El coach le pide que conecte con lo que siente cuando piensa en su trabajo.

—Me siento como un prisionero —responde.

—¿Dónde está esa sensación? ¿Dentro de ti o fuera? —pregunta el coach.
—Dentro, en el estómago —dice Mikey.

Guiado para representar esa emoción, Mikey la imagina como un mirlo enjaulado. Al dibujarla, plasma una pequeña figura triste encerrada en una jaula y decide llamarla Piolín, como el famoso personaje de dibujos animados.

Visualizado su “monstruo”, el coach lo invita a dialogar con él. ¿Qué intenta decirle?
Mikey escucha en silencio y escribe las frases que emergen:

“Ten cuidado. Esta oportunidad no es para ti. No estás preparado. No encajas.”

Estas palabras resuenan con fuerza. Mikey admite que a menudo le impiden dormir. “Piolín me repite que, si consigo un ascenso, será por suerte, no por mérito; y que, tarde o temprano, los demás descubrirán que no soy tan bueno como creen”.

El coach le anima a preguntar a Piolín por qué está ahí y cuál es su propósito. Mikey reflexiona y responde:

—Está aquí para protegerme del fracaso y del rechazo. Quiere evitar que pierda el control o que ponga en riesgo a mi familia.

En este punto, el coach le pregunta a Mikey qué le gustaría responderle a Tweety. Mikey dice: «Me gustaría darle las gracias por su protección y sus buenas intenciones, pero no creo que necesite que me protejan de esta manera. Quiero decirle que todo irá bien y que soy lo suficientemente bueno como para que no me despidan. Y si me despiden, soy lo suficientemente bueno como para encontrar otro trabajo con el que mantener a mi familia».

 

 

En este punto, el coach le pregunta a Mikey qué le gustaría responderle a Tweety. Mikey dice: «Me gustaría darle las gracias por su protección y sus buenas intenciones, pero no creo que necesite que me protejan de esta manera. Quiero decirle que todo irá bien y que soy lo suficientemente bueno como para que no me despidan. Y si me despiden, soy lo suficientemente bueno como para encontrar otro trabajo con el que mantener a mi familia».

El coach pregunta a Mikey si quiere redefinir su relación con Piolín. Mientras mantiene la imagen del pájaro en su mente, Mikey experimenta un momento de claridad: preferiría que, en lugar de detenerlo ante cada amenaza percibida, Piolín respondiera cantando, recordándole su capacidad para afrontar lo desconocido.

Tras unos instantes de silencio, el coach le pide que exprese cómo se siente.
—Más ligero. Más libre —responde Mikey.

Cuando vuelve a visualizar a Piolín, la escena ha cambiado: la jaula está abierta y el pequeño personaje ha desplegado sus alas. Para integrar esta sensación, Mikey se pone de pie y abre los brazos, imitando el gesto del vuelo. Esa es la nueva imagen que dibuja: el pájaro ya no está atrapado, sino en movimiento.

Después de la sesión, Mikey comprende que sus miedos inconscientes —el temor a no ser lo bastante bueno, a ser descubierto, a fracasar— estaban minando su confianza y frenando su desarrollo. El diálogo con su “monstruo impostor” le ha permitido reconocer la intención protectora que había detrás de esas voces internas y transformarlas en una energía de impulso, no de parálisis.

Poco después, envía su candidatura al nuevo puesto. Acaba de recibir la noticia de que ha pasado a la fase final. Se prepara para la entrevista con una sensación inédita: seguridad, calma y entusiasmo.

El síndrome del impostor es común, pero manejable. Dudar de uno mismo no es un signo de debilidad, sino de humanidad. Lo importante es aprender a sacar a la luz ese diálogo interno y convertirlo en una conversación constructiva.

Y conviene recordarlo: si alguna vez te preguntas si eres un impostor, la respuesta es que no lo eres. Un verdadero impostor nunca se haría esa pregunta.

Sobre las autoras

Séverine Jourdain

Séverine Jourdain

entrenador ejecutivo senior

Séverine Jourdain es coach ejecutiva sénior con más de dos décadas de experiencia acompañando a altos directivos, equipos de liderazgo y organizaciones en su desarrollo y transformación. Acreditada por la ICF (MCC), es codirectora del Certificado de Coaching Ejecutivo del IMD.

Sobre las autoras

Nathalie Ducrot Featured

Nathalie Ducrot

un coach ejecutivo y de equipos

Nathalie Ducrot es coach ejecutiva y de equipos, acreditada por la ICF (MCC) y la EMCC (MP). Defiende el poder del coaching como herramienta para inspirar, generar impacto y fomentar el crecimiento personal y colectivo. Aprendiz constante y mente creativa, combina la dinámica humana con el enfoque apreciativo para ayudar a personas y organizaciones a prosperar en entornos de cambio y complejidad. Su método integra la perspectiva sistémica con el trabajo individual.

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